“¿Cómo estás?” - le pregunté
y yo obtuve como respuesta
un silencio duro y profundo.
Nuevamente insistí y observé
una lágrima grácil que hería
por la locuacidad sin palabras.
“Estoy muy confundido, extraño
de mi cuerpo, inmóvil, huraño,
extremadamente sensible, inútil,
pretencioso, sombrío, infeliz,
luctuoso, desatento del mundo,
yermo, vacuo, muy desanimado,
inexpresivo, inactivo, arrugado,
inculto, infausto, extraviado,
rutinario, saturado y alelado.” -
así habló sincero el corazón.
¿Cómo puede ser que él viviera
este estado de tanto pesimismo
si antes estaba él muy dichoso
por la presencia del ser amado?
¿Una elegía de amor, quizás?
¿Una decepción muy intensa
que solamente lo cura la figura
de esa persona que se quiere?
¿Astenia sin ningún remedio?
No lo sé… espero que pasen
los días y volveré a preguntarle
cómo está, cómo él se siente.
Soy optimista porque pienso
que si muy venturoso él fue
tal vez su situación se revierta
y de nuevo maravilloso se sienta.
Pasaron ya tres meses y vuelvo
pero ahora lo observo radiante,
sin máculas, con muchísimos bríos
sin una causa tangible a la vista.
Me presento ante él y lo interrogo:
“¿Me parece o algo yo me perdí?
Ya no te noto marchito ni alicaído.
¿Eres nuevamente el que fuiste
y comienzas a gozar algo nuevo?”
“No, no sucedió algo muy utópico
que fuera asombroso en mi vida..
Soy el mismo corazón mas renovado
por la fuerza del amor que regresa
como una espera exitosa y venturosa.
Hoy tengo muchas ganas de vivir.”-
así él se expresó franco y quedo feliz.
N.A.M
26/07/07
