miércoles, 30 de enero de 2008
La tristeza de una rosa
Era una rosa roja muy hermosa,
feliz e intangible como ninguna
pues había nacido muy protegida
debajo de un alero algo estrecho.
Vivía calma y sus pétalos suaves,
apenitas entreabiertos, cada día
más lindos y rozagantes se ponían
hasta que empezó a marchitarse.
¿Qué había sucedido? El sol feroz
con sus rayos enfurecidos lastimó
su piel y con ella también su alma.
Vino la suerte que alguien la ayudó.
Una tenue llovizna llegó a su cuerpo
intacto que lloró de emoción a razón
de que la primera caricia que sentía
en su corta vida seguramente la nutría.
Pasaron los días mas aquella nutrición
que las lágrimas del cielo le regalaron
no volvía a vivir y sus pétalos ajados
reflejaban que no se ocupaban de ella.
La mujer es como esa rosa roja bella.
Ella necesita de mimos y de cuidados
pues cuando se la deja su piel se aja,
su corazón se “arruga” y su alma pena.
La rosa y la mujer precisan del amor
para vivir protegidas y con la emoción
se sentirse intangibles de toda la maldad
que existe en nuestra madre naturaleza.
N.A.M
26/01/08
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